Los insectos son animales ectotérmicos, es decir, su temperatura corporal depende de la temperatura ambiental. En otoño o invierno, cuando la temperatura disminuye, también lo hace la temperatura de estos insectos, lo que provoca una ralentización de su actividad metabólica por lo que sus movimientos serán más lentos y están más aturdidos.
Cuando bajan considerablemente las temperaturas, como método de supervivencia, muchos insectos reducen su consumo de oxígeno, dejan de realizar actividad alguna y dejan de reproducirse. Entran en lo que se llama, estado de quiescencia.
Igualmente, a las termitas, las temperaturas y los cambios de estaciones les afecta considerablemente en su actividad, tanto que pueden llegar a frenar el desarrollo de las termitas jóvenes o la reproducción de las termitas reinas. Pero a diferencia del resto de insectos, las termitas no entran jamás en estado de quiescencia, aunque su actividad sí se ve mermada.
A esto le unimos que la temperatura del interior de los inmuebles donde las termitas habitan suele tener unas mejores condiciones que la intemperie. Esto ayuda a que las termitas estén activas todo el año, por lo tanto, los muebles y demás elementos de nuestros hogares están permanentemente en peligro de ser atacados.
Son silenciosas y aprovecharán cualquier hueco en los cimientos de las viviendas para introducirse en su “nuevo hogar”. Se pueden detectar si notas paredes agrietadas, hormigas aladas, tarimas blandas, puertas o ventanas que no cierran bien e incluso ruidos extraños.
Si tienes la sospecha de que una colonia de termitas ha podido instalarse en tu vivienda es importante que llames urgentemente a un servicio de profesionales de control de plagas ya que las termitas actúan con mucha rapidez y te pueden causar grandes destrozos en cuestión de días.
La empresa te asesorará sobre los mejores métodos para acabar drásticamente con estos incómodos insectos.