Existen estudios científicos de comportamiento realizados con mosquitos en vuelo libre, que han demostrado que integran señales olfativas, visuales y térmicas para desenvolverse de en entornos complejos y mejorar su caza de víctimas. Monitorizar la actividad cerebral de un mosquito es posible, aunque nos parezca una proeza. Ello aporta información exhaustiva sobre como las hembras de estos insectos utilizan las señales del olfato y la vista para localizar un posible hospedador, en el que conseguir su necesaria ración de sangre.
La Universidad de Washington lo ha descubierto a través del registro en tiempo real de la actividad cerebral de hembras de Aedes aegypti. Un nuevo paso de esta institución se ha realizado ahora en mosquitos cautivos, aprovechando herramientas genéticas de última generación para investigar en qué parte del cerebro del mosquito ocurre esta integración. La interacción entre estos dos sentidos es impresionante ya que cuando el sistema olfativo detecta ciertas señales químicas se producen cambios en el cerebro del insecto, y éste incorpora sistema visual en la acción de búsqueda. En ese proceso diferencia formas y vuela hacia ellas, asociándolas codiciosamente con un posible hospedador.
El olfato para detectar de lejos
El CO2 incide en el comportamiento de vuelo del mosquito. Se ha demostrado que el mosquito hembra usa el dióxido de carbono (CO2) como alarma de la presencia de un posible anfitrión. El ser humano exhala en su respiración una importante cantidad de CO2 que es advertida por el mosquito a gran distancia, por lo que nos ubica desde una distancia de más de 30 metros, pasado a ser objetivo perfecto para su picadura. Las pruebas de laboratorio mostraron cómo estos insectos responden a los estímulos visuales y a las bocanadas de aire rico en CO2, procediendo a un movimiento más rápido de las alas y dirigiéndose en la misma dirección de la procedencia del gas.
En una cepa de Aedes aegypti modificada genéticamente se encontró que las células brillan de color verde fluorescente si contienen niveles altos de iones de calcio, incluidas las neuronas del sistema nervioso central activadas. Los mosquitos estudiados mostraron niveles especialmente altos de ión de calcio en la lóbula, parte del lóbulo óptico de su cerebro. Si además percibían CO2, las regiones mostraron una actividad aún mayor por lo que es evidente que este gas provoca una respuesta mayor en las áreas que controlan la visión. No ocurre, al contrario, confirmándose que el olfato activa la visión, pero la visión no activa el olfato.