La belleza de los muebles tiene dos enemigos acérrimos a los que es posible poner coto: la carcoma y la termita. En ambos casos el resultado es el mismo, el deterioro paulatino y grave del mueble en su estructura, hasta el punto de dejarlo inservible. Para evitarlo todo comienza por el cuidado del mueble, por considerarlo más que como un mero objeto de decoración.
Prevenir y detectar a tiempo
La mejor forma de evitar el deterioro de los muebles por el ataque de las carcomas y termitas es protegerlos. Para conseguirlo existen productos especiales de aplicación en forma de barniz que crean una capa protectora perimetral en todo el mueble. Aunque no es efectivo al 100%. Estos productos químicos se deterioran con el tiempo hasta el punto de hacer perder al mueble su barrera defensiva, sino en todo, sí al menos en parte. Además, hay que tener en cuenta que en la península Ibérica la especie de termita más común es la termita subterránea, que entra al mueble por las patas, una zona que frecuentemente no está barnizada.
Aún con prevención, es importante mantener la guardia y estar alerta ante los signos que dejan carcomas y termitas y delatan su presencia. Una buena oportunidad de prestar atención es el momento de limpiar el mueble.
En la limpieza periódica de los muebles de madera es aconsejable utilizar productos que contengan repelentes de estos insectos, de forma que se prolongue la protección.
La humedad es un aliado de la carcoma y la termita y un enemigo de los muebles. La madera seca y dura no es buen lugar para que aniden, por lo que la evitan. Sin embargo, una excesiva humedad en el ambiente puede hacer que maderas como la acacia, el cedro o la caoba se rindan a los mordiscos de estos diminutos seres. Utilizar un deshumidificador es una forma de evitar humedad y de mantener los muebles secos.
La temperatura también se puede convertir en una herramienta para cuidar los muebles y prevenir la acción de los insectos. La carcoma y la termita se desarrollan mejor en ambientes de entre 20 y 24 ºC.
Cuidar los muebles pasa por cuidar el lugar donde están apostados. Por ejemplo, el suelo es la puerta de entrada de las termitas, por lo se debe prestar cuidado de que no haya hormigueros o ranuras que delaten su presencia.